Por José De los Santos Hiciano
Camino difícil vs camino fácil
Honorable Procuradora General de la República
Como dominicano, me sentí emocionado cuando escuché al nuevo Presidente referirse al problema de la corrupción. Después de Bosch en 1963, ningún otro mandatario había hablado del tema con tanta firmeza y determinación. Creo que en esta cruzada estaremos todos.
Mucho más emoción experimenté al escuchar su designación, como Procuradora General de la República; no solo porque significó una inequívoca señal de parte del Ejecutivo de su disposición de otorgar plena independencia al principal órgano persecutor del Estado para enfrentar un problema tan grave como el de la corrupción; sino porque usted, al asumir esa responsabilidad, ha hecho germinar en la conciencia pública una esperanza inédita y una fe renovada en que por fin están dadas las condiciones para atender como se debe ese cáncer metastásico que ha invadido por mucho tiempo todo el tejido social y político de la República.
Sin embargo, Honorable Magistrada, me preocupa una cosa, y es la metodología a utilizar para perseguir a los corruptos.
Para llevar a cabo esa tarea usted tiene dos caminos: uno fácil y uno difícil. El primero conduce al infierno y el segundo a la gloria.
En ese sentido, como ciudadano, me siento en pleno derecho de preguntarle a la nueva inquilina de la Procuraduría lo siguiente:
¿Los sometimientos judiciales que se hagan en el marco de la persecución de la corrupción, estarán basados en pruebas legales e irrefutables, obtenidas mediante investigaciones penales serias, discretas, pausadas, apegadas al debido proceso, con sólido rigor profesional y respetuosas de los derechos fundamentales de los indiciados? Ese sería el camino difícil.
O por el contrario, ¿Usted permitiría, que bajo su gestión la persecución de la corrupción, se lleve a cabo, recurriendo al camino fácil de intentar resolver cada caso, utilizando como estrategia la mucha propaganda y la poca prueba?
Este último sendero ha sido hasta ahora el más seductor, sobre todo, porque requiere menos esfuerzos investigativos, al tiempo que genera pingues beneficios mediáticos, dado el nivel de indignación de una sociedad que por décadas ha esperado impaciente que los corruptos sean llevados a la justicia para que paguen por sus crímenes contra el erario y devuelvan lo robado.
Es verdad que la sociedad está harta de las obscenas riquezas que exhiben los corruptos a costa de las necesidades del pueblo, pero también es verdad que tenemos vigente un ordenamiento constitucional que de forma imperativa nos advierte que, en la lucha contra el crimen, el fin no justifica los medios.
La persecución judicial contra la corrupción es inaplazable, pero su implementación, no puede implicar bajo ninguna circunstancia el debilitamiento del frágil Estado de Derecho que estamos intentando consolidar.
Con el camino fácil, podríamos ganar entre otras cosas, que dos o tres ladrones sean condenados sin pruebas, también podríamos ser testigos de un gran protagonismo publicitario en beneficio personal de quien ejecute la cacería y de un festín estruendoso en las corrientes populistas que se guían siempre por los impulsos primarios de la pasión política y por el sensacionalismo mediático.
Pero podríamos perder una oportunidad de oro de llevar a cabo una verdadera lucha contra la corrupción, de la que al mismo tiempo salgan fortalecidos el Estado de Derecho y la credibilidad de las instituciones de persecución y sanción de la criminalidad. Esto solo se logra si asumimos los retos del camino difícil.
Honorable magistrada, usted estará consciente de la gran oportunidad que le ha dado el destino, para hacerle una gran contribución a la democracia dominicana, sobre todo en lo que respecta al fortalecimiento del Estado de Derecho. No olvidemos que sin legalidad no hay democracia.
El Presidente puso en sus manos el poder político y la independencia necesaria para actuar como manda la Constitución, pero no al margen de ella. Sin embargo, usted tiene la experiencia, la ecuanimidad, la preparación y la honestidad suficiente para cumplir a cabalidad tan trascendental responsabilidad, en los mismos términos del mandato, es decir, transitando el camino difícil.
La fórmula es simple magistrada: Se trata de perseguir tenazmente la corrupción, pero sin violar derechos fundamentales. Se trata de acusar a los corruptos siempre que contra ellos se hayan obtenidos las pruebas necesarias para destruir su presunción de inocencia, en el marco del debido proceso. Haga sus investigaciones como manda la Constitución y con la paciencia que requiere el proceder científico.
No se deje atrapar por la prisa de la plebe populista minoritaria, pero muy ruidosa, enquistada en las redes sociales y en importantes medios de comunicación.
Recuerde Magistrada que el populismo es insaciable y por mucho que usted haga nunca lo va a poder complacer. Esos sectores populistas son irracionales y superficiales, y por tanto, nunca podrán entender las reglas de la convivencia democrática, ni cómo debe actuar una autoridad en el marco de un entorno sociopolítico tan sofisticado como es un Estado Constitucional de Derecho.
Magistrada, el camino difícil implica no tolerar que en su gestión la prueba y la legalidad, sean sustituidas por el linchamiento mediático.
No permita que el autoritarismo y la arbitrariedad desplacen el principio de legalidad.
No consienta que desde la Procuraduría que usted dirige, sus colaboradores practiquen el vedetismo jurídico, con la única finalidad de deleitar la plebe y adquirir notoriedad, no en base al talento ni a la honestidad profesional, sino por medio del protagonismo morboso y sensacionalista.
El camino fácil magistrada sería, además, dejarse persuadir por la injerencia afrentosa de poderes extranjeros, en colaboración con sus lacayos criollos. Aunque muchos no lo crean, llevar a alguien sin pruebas a la cárcel, solo por complacer a un poder extranjero es traición a la patria.
Estos actores solapados, intentarán seguir implementando su agenda de judicialización de la política, mediante chantajes y presiones latentes con el fin de que usted lleve a la cárcel al vapor, a ciudadanos acusados de corrupción, aunque el fardo probatorio no favorezca tal empresa.
Esa estrategia se ha venido aplicando en varios países de la región con resultados ridículos y dañinos para la institucionalidad democrática.
Seguir el camino fácil en la persecución de la corrupción sería repetir el grotesco y vergonzoso espectáculo que en esa materia dio el procurador saliente. Nunca más magistrada, nunca más.
¡Viva la lucha contra la corrupción!
¡Viva la prueba!
¡Abajo el populismo!
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